Nuestras madres y abuelas pueden estar orgullosas de hijos como nosotros que, en contra del
mainstream de los tiempos, huimos del usar y tirar, y nos avergonzamos de cuando en cuando del carácter consumista que generacionalmente llevamos impreso en el ADN (aunque no en la misma medida que los que vienen detrás, esos están definitivamente perdidos para la causa).
El caso es que en verano es relativamente sencillo encontrarte en la cocina con unos plátanos prematuramente ennegrecidos, peras con un olor sospechosamente alcohólico o albaricoques o melocotones a punto de convertirse en mermelada dentro del frutero. Los de la generación que viene detrás lo tirarían todo a la basura con una mueca de asco. Nosotros, que además del consumismo llevamos impreso en el ADN un cierto complejo de culpa por haberlo tenido en la vida bastante más fácil que nuestros padres, nos lo pensamos un poco. Y a veces hacemos cosas como éstas.
El
banana bread es una receta que Almudena trajo de Canadá y que yo he reproducido fielmente, incluidas las medidas en el sistema imperial gracias al juego de
cups del que ella y J. me han provisto tan generosamente. La única variación fue que la harina, en vez de trigo blanco, fue integral, que era la que tenía en casa. Los plátanos a punto de fenecer los tenía congelados (pelados previamente). Saber que esto se puede hacer me ha resultado muy práctico, aunque confieso que no fue una visión agradable sacarlos de la bolsa de plástico tras la descongelación.
El pudding de albaricoques ha sido improvisación absoluta. Me pasé de cantidad al comprarlos y he sido demasiado lenta para comerlos, así que esta mañana me vi en la tesitura de tirarlos o cocinar algo con ellos. Como ha sido un pronto, no he pesado ni medido nada, así que las cantidades son aproximadas (algo que se supone que no se debe hacer con la repostería). La cosa ha sido más o menos así:
- 9 albaricoques
- 250 gr. de leche
- 2 huevos
- 50 gr. de azúcar mascabado
- Media barra de pan duro
- 2 granos de pimienta inglesa/
allspice
- Mantequilla para saltear los albaricoques
Por un lado, he salteado los albaricoques en la mantequilla con una tercera parte del azúcar. Por otro, he mezclado la leche templada con los huevos, el resto del azúcar y la pimienta molida. Como el pan estaba muy duro, lo he tenido mojado con la mezcla de leche y huevos unos 15 minutos antes de poner los albaricoques. La fruta se mezcla con lo anterior y se dejan 3 o 4 piezas para adornar la parte superior. Una hora al horno a 170-180 grados y ya tenéis desayuno y acompañamiento para tomar el té para unos cuantos días.